Los seres humanos nos protejemos con máscaras de soberbia que impiden que mostremos nuestro verdadero ser
CDMX. Hemos dicho que a Ramavajan le gustan los autos de carreras y la velocidad; él tuvo que prepararse en varias encarnaciones previas para adquirir cierto tipo de energías que le ayudarían a obtener el éxito deseado en la batalla final, estar lo mejor capacitado posible, para lograr vencer al enemigo y llegar pronto al punto de reunión donde se encuentra hoy. Por los requerimientos de nuestro cometido, siempre estamos apurados, corriendo, sin saber por qué nos presionamos, ya que en un principio no sabíamos lo que hacíamos en esta vida; sin embargo, con esa premura, siempre estábamos preguntando: ¿ahora qué sigue? ¿qué tenemos que hacer a continuación? ¿a dónde vamos a ir a hacer otra meditación?" —lo que fuese necesario hacer para cubrir todas las etapas. Éramos similares a autos de carreras que aceleramos en las últimas curvas para llegar disparados a la meta antes que los demás, siempre veloces, siempre impacientes. Ahora que ya llegamos a nuestro destino, debemos tranquilizarlos e iniciar el proceso de recuperación, iniciar nuestra reconstrucción.
En México nuestro país está sufriendo un proceso similar al del armagedón; las calles quedaron destruidas, los edificios fueron dañados (las instituciones están siendo depuradas, ya que todo era un caos). Fue una guerra brutal la que se liberó en estos años contra los oscuros y ahora viene lo bueno, vienen los frutos y los premios, pero primero hacía falta restaurar el Orden Divino.
Un ejemplo de las energías que estamos limpiando se me mostró en un sueño que tuve; había un festival artístico en unas colinas verdes enormes y yo iba a participar en un certamen de pintura; llegué dispuesto a crear y tenía que escoger a una modelo para hacerle un retrato. Pronto encontré a la más alta y bella mujer entre un grupo de diosas; la tomé de la mano y nos dirigimos a un rincón del terreno; allí había personas evaluando lo que iba a pintar, pero el espacio era un desorden, había muchas pinturas en el suelo y no encontraba un lienzo disponible, todo estaba ocupado por obras inconclusas o cartulinas que habían quedado manchadas por lo que, al tratar de dibujar en el anverso de alguno de esos dibujos, los trazos se traslucían; tampoco encontré papel en blanco. Mientras buscaba desesperado entre bastidores y montañas de basura mi modelo —apenas cubierta por una bata— dejaba ver sus partes desnudas y me miraba cual Mona Lisa, lista para quitarse la poca ropa que la cubría. Su belleza era exquisita, pero yo no podía comenzar a dibujarla; pude encontrar un lápiz y le trataba de sacar punta, pero lo hacía con las uñas ya que no había ni un sacapuntas ni un solo cutter; tenía que iniciar contorneando la hermosa silueta de la venus y me moría de ganas de verla de cuerpo completo. Pronto comencé a sentirme desesperado y la frustración inundó mi mente, ¡no podía comenzar el dibujo y estaba perdiendo la oportunidad del certamen!, me sentía presionado y devastado por no poder plasmar ni un solo trazo. En eso me desperté y me tardé en reconocer el estado de vigilia; a los pocos minutos entendí que esa desesperanza ha estado en la historia de nuestras vidas: proyectos sin terminar, situaciones personales inconclusas, obras maestras que no han podido concretarse.
Similar a esta pesadilla que tuve, la meta de la etapa de reconstrucción que estamos viviendo deberá considerar quitarnos las presiones y las emociones indeseadas que nos hicieron actuar de manera incorrecta en ciertas etapas; así, con la ayuda de nuestros Guías Espirituales, podremos alcanzar la tan anhelada felicidad prometida —que es el objetivo definitivo de todas estas historias fantásticas que nos tocó experimentar.